Apareció por la esquina de la calle. No más verla, recordó que seguía siendo primavera. La miró con discreción, la distancia que les separaba se lo permitió en varias ocasiones. Así pudo contemplar con qué alegría se movía su traje estampado de fondo rojizo, dejando patente una silueta firme y esbelta que interpretaba sinfonías a cada paso. A medida que se acercaba se adivinaron unos ojos azul mar, que miraban, aquí y allí, con la sutileza del vuelo de las mariposas. Su cabello rubio bailaba al son de la música que sonaba en su mp4.
Sólo faltaba el olor, porque lo del tacto, ni pensarlo. Mantuvo la dignidad, el ritmo y la dirección de sus pasos. Cuando estuvo a su altura, hizo una profunda inspiración tratando de captar el aroma de su perfume, o tal vez, así le pareció en los primeros acordes, un agradable y suave aroma a gel de baño mezclado con crema hidratante. Casi sin darse cuenta cerró los ojos mientras terminaba de captar toda su esencia.
Cuando pudo abrirlos, buscó con la mirada a la chica. Huía despavorida a refugiarse en un cajero automático. A él , mientras tanto, dos transeúntes que pasaban le ayudaban a sacarse el vestido de la nariz.